5 de abril de 2010

Motivación incentiva y adicción

La adicción es un estado crónico caracterizado por la compulsión por tomar una droga y la pérdida de control sobre su autoadministración en detrimento de la búsqueda de otros reforzadores. Dejar de consumir una droga a la que se es adicto produce las características fisiológicas contrarias a las de la droga consumida. La adicción se inicia por la estimulación producida por las cualidades hedónicas de una sustancia adictiva. Su consumo desencadena una conducta instrumental para obtener más y consumirla, lo cual implica un consumo creciente de la misma sustancia. Se trata de un aprendizaje instrumental reforzado en el que la vía dopaminérgica mesolímbica es crítica. A tal efecto, la inmediatez del efecto reforzante es muy importante. Frente a otras recompensas que lleva más tiempo y esfuerzo conseguir, una que sea inmediata implica mayor riesgo de adicción. Además, el efecto reforzante a corto plazo lleva al individuo a ignorar el efecto negativo a largo plazo. La anticipación de la sustancia es de por sí un reforzador positivo, ya que inicia el aumento en el nivel de dopamina, que momentos después culminará con la consumición de la sustancia. Este efecto es fruto del condicionamiento (por ejemplo, del condicionamiento de preferencia de lugar). En cuanto a refuerzos negativos hay que destacar dos. En primer lugar, las sustancias adictivas tienen efectos ansiolíticos. Su consumo hace que el individuo se sienta mejor al retirarle posibles estados negativos, lo cual refuerza su consumo. Y en segundo lugar, una vez consumida la sustancia, volver a consumirla es la manera más rápida de reducir el síndrome de abstinencia.
Los mecanismos neurales que se activan son comunes en todas las drogas adictivas. Se trata del sistema dopaminérgico mesolímbico con la participación de sistemas de opiáceos endógenos. Sin embargo, aunque la dopamina es necesaria, no es suficiente. Además, el refuerzo no siempre equivale a placer como experiencia cognitiva. La administración repetida de una droga genera cambios en el sistema nervioso central (SNC). Estas neuroadaptaciones pueden generar el cierre y la apertura de receptores. Al cerrarlos pierde sensibilidad y se produce un aumento de tolerancia, mientras que al abrirlos gana sensibilidad y se produce una sensibilización. La tolerancia implica una disminución de receptores dopaminérgicos (D1) y por lo tanto una disminución en la transmisión de dopamina. Esto es consecuencia del intento del organismo por compensar el efecto de la droga. Una vez se ha desarrollado la tolerancia, la retirada de la droga provocará los síntomas contrarios a los de la propia droga. Es el llamado síndrome de abstinencia. Tanto la tolerancia como el síndrome de abstinencia empujan al individuo a desarrollar dependencia de la sustancia. Sin embargo, la dependencia debe distinguirse de la adicción. El consumo por dependencia se realiza para evitar el efecto negativo de no tomar la droga, mientras que el consumo por adicción se realiza para obtener el refuerzo positivo. Además de los síntomas fisiológicos contrarios que produce el síndrome de abstinencia, éste también produce síntomas emocionales y motivacionales como la anhedonia y la disforia. La anhedonia consiste en la incapacidad de experimentar placer y la disforia en irritabilidad acompañada de ansiedad y/o depresión. Por otro lado, la sensibilización suele desarrollarse cuando la droga se consume intermitentemente, y puede manifestarse incluso meses después del último contacto con ésta.
En ausencia de la droga, el adicto manifiesta deseo o ansia por volver a experimentar sus efectos. Es lo que se conoce como craving. Los estímulos asociados al consumo de la droga adquieren un gran valor incentivo y se establecen memorias emocionales positivas. Estos estímulos incrementan la actividad del núcleo accumbens, la corteza prefrontal y orbitofrontal y la amígdala. La recaída implica la activación del sistema dopaminérgico mesolímbico.


Como muestra la imagen, los estímulos asociados a la ingesta de la droga, las claves contextuales, también pueden desencadenar un síndrome de abstinencia. La visión de la droga, el ambiente social y la parafarnalia de autoadministración, son ejemplos de estos estímulos asociados. Aunque el individuo detenga la ingesta de la droga y deje de experimentar los efectos de ésta, al volver a entrar en contacto con los estímulos asociados, reactivará los sistemas de compensación homesostática. Esto se debe a que tiene condicionado que poco después de la presentación de estos estímulos va a venir el consumo de la sustancia.