Los sistemas motivacionales permiten a los individuos adaptarse a los cambios internos y/o externos. Su objetivo final es satisfacer necesidades específicas. Forman parte de los procesos reguladores de la homeostasis. La motivación es lo que pone en marcha el organismo. Cuando se produce un desequilibrio homeostático, el estado motivacional cambia y las condiciones internas orientan al organismo hacia un objetivo o hacia un incentivo externo. Podemos hablar de motivación reguladora (homeostática) cuando el objetivo es terminar con un desequilibrio homeostático interno como el hambre, la sed o una inadecuada temperatura corporal. La motivación es no reguladora (incentiva) cuando está dirigida a conseguir incentivos externos que tienen propiedades incentivas intrínsecas, como el sexo, la curiosidad y otras motivaciones secundarias. Las motivaciones homeostáticas e incentivas interaccionan entre sí. Si una es débil, la otra tiene que ser fuerte para iniciar una conducta motivada. Una motivación fuerte aumenta el atractivo de un incentivo débil, a la vez que un incentivo especialmente atractivo aumenta la fuerza de una motivación.
Los refuerzos son estímulos que pueden aumentar la frecuencia de una conducta concreta. Hablamos de refuerzos positivos cuando generan consecuencias positivas y de refuerzos negativos cuando hacemos desaparecer consecuencias negativas. Los refuerzos pueden inducir sentimientos subjetivos de placer y contribuir a la generación de emociones positivas. El procesamiento de la información reforzante puede ayudar a establecer un sistema de valores y de referencia para la toma de decisiones.
31 de marzo de 2010
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